El síndrome de quemarse por el trabajo o “burnout”, resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito, afecta tanto a mujeres como a hombres pero ambos presentan diferencias en los síntomas: en ellas se dan mayores tasas de “desgaste psíquico y emocional”, y en ellos son de “indolencia y cinismo”.
Así lo asegura el catedrático de Psicología Social y de las Organizaciones de la Universitat de València (UV) Pedro R. Gil-Monte tras ser preguntado por el caso de la renuncia de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, quien dejó el cargo tras asegurar que no tenía “suficiente energía” para seguir con el trabajo.
Gil-Monte considera que afirmar que Ardern sufre el síndrome sería “elucubrar” sin tener un diagnóstico previo, aunque indica que desde la perspectiva de su compromiso en cuestiones como la pandemia o los atentados de Christchurch en 2019 “es posible que el agotamiento por un exceso de implicación laboral haya influido en la decisión que ha tomado, e incluso se podría aventurar que responde a indicios de síntomas de ‘burnout’ o síndrome de quemarse por el trabajo”.
El “burnout” es “algo real, un problema de salud asociado específicamente al contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida”, asegura. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo denomina “síndrome de desgaste ocupacional” y lo define como “un resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”.
El “burnout” se caracteriza por sentimientos de falta de energía o agotamiento; aumento de la distancia mental o de sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo; y una sensación de ineficacia y falta de realización.
Aunque en algunos países es una enfermedad profesional, en España se considera “accidente de trabajo”, según Gil-Monte, que afirma que su origen es la exposición crónica a unas condiciones psicosociales de trabajo poco saludables y no por motivos de debilidad personal o de otras condiciones personales. Por tanto, “no es algo para avergonzarse. Es algo ajeno a la capacidad de control individual”.
Según indica, en el caso de trabajadores que están estresados en su puesto de trabajo y para quienes es difícil encontrar un nuevo empleo, el problema de salud se puede intensificar con el paso del tiempo y el síndrome llevar a enfermedades más graves, como la depresión e ideaciones suicidas.
Este problema de salud se desarrolla con más frecuencia en profesiones que requieren trabajar hacia personas y en contacto directo con ellas, como sanidad, educación, servicios sociales, o cuidadores de personas con necesidades especiales o de la tercera edad.
En muchas personas la decisión de dedicarse a estos trabajos viene determinada por un componente vocacional y hace que se impliquen en los problemas de las personas a las que atienden, por lo que se pueden sentir mal si no lo hacen.