Una localización privilegiada o unas vistas únicas deberían ser un argumento más en la lista de motivos para sentarse en un restaurante. Pero, en realidad, muchas veces es algo que juega en contra. Del cliente, se entiende. Seguro que a todos nos ha pasado alguna vez esa sensación de estar en algo así como una trampa para turistas: un lugar precioso, un único local y la certeza de que pueden hacer con nosotros lo que quieran.
Por suerte, a veces no ocurre y hay lugares bonitos en los que se come muy bien. La verdad es que casi sorprende, porque en un sitio así, y siendo el único restaurante, uno viene casi predispuesto a cualquier cosa, les comentaba a los responsables del restaurante Refugi del Llac de Pessons. O Pessons, a secas. El único que hay, así que no hay pérdida.
Situado en -sorpresa- el Llac de Pessons, en la zona de Grau Roig de Andorra, hace unas semanas aprovechamos un viaje por la zona para subir hasta aquí y comer con vistas a este bonito lago de alta montaña, muy concurrido tanto en verano como en época de esquí.
En verano, hasta aquí se puede acceder con un paseo o bien en un autobús 4×4 que llega en 10 minutos desde la estación de Grau Roig. Y, salvo que en la mochila llevemos bocadillos, es la única opción para comer allí. La buena noticia es que, en vez de utilizar esta exclusividad para dar cualquier cosa al cliente rehén, llevan 30 años ofreciendo buena cocina tradicional.
Lo de «alta cocina de montaña» que puede leerse en su web puede despistar un poco. Es alta y estamos en la montaña, pero en realidad aquí se trabajan muy bien guisos y platos tradicionales, y una cocina más de producto que de florituras, que es lo que igual muchos entienden al leer eso de ‘alta cocina’.
Etiquetas al margen, en la carta hay trinxat andorrano, sopa de cebolla, pies de cerdo, caracoles… No quedaban gratinados, pero en su lugar pudimos probar la versión con salsa que estaba realmente rica. Excelente también el arroz de montaña con, atención, costilla de cerdo, conejo, salchichas y setas.
La verdad es que solo el arroz y los caracoles justificarían la visita, pero las carnes son una de las especialidades de esta veterana casa. Trabajan con vaca vieja y Wagyu, pero nos recomendaron la paletilla de cordero guisada al horno y fue un acierto. Excelente producto y bien tratado, no hace falta más.
Mención especial, por cierto, para la interesante carta de vinos. Hay alguna referencia de bodegas de Andorra. Pocas, interesantes y en general de precios altos. En su lugar, la atenta sumiller nos animó a probar un blanco de la cercana bodega francesa Maison Albera, que trabaja con cariñena gris para elaborar este monovarietal.
¿Precio? No es, lógicamente, un restaurante económico. Andorra, zona de alta montaña… los tickets son en general altos, nada que no sepa el visitante. El arroz, por ejemplo, va a 23,5 euros por persona; la paletilla -ración muy generosa- sale por 37 euros; y los citados caracoles a 18 euros. Lo mejor de todo es que no estamos pagando solo las vistas, como podríamos temernos y pasa tantas veces, sino también una buena cocina.
Roc de les Bruixes
La segunda parada comparte casi altitud, situación privilegiada con unas vistas sensacionales, y suma a su presentación un punto más que, a priori, es para echarse a temblar: estamos en una estación de esquí que durante el verano se convierte en un animado parque de actividades familiares: Mon(t) Magic.
Esta vez, una tormenta nos obliga a comer en el interior del restaurante. Ningún problema porque es realmente acogedor. Una chimenea en el centro de la sala casi hace que a uno le entren ganas ya de invierno, frío y nieve. Pero estamos en agosto, la zona muy animada y, de nuevo, esa sensación de Pessons: comer bien en un lugar así es lo deseable, pero no lo habitual.
De nuevo, grata sorpresa. Aquí la propuesta es mucho más polivalente, incluido un menú infantil. Lo que suele ser para echarse a temblar, aquí no consideran que los pequeños comensales solo sepan comer macarrones y nuggets. Se ofrece ensalada de tomate, humus, calamarcitos crujientes, milanesa de pollo, tortilla de patata… Sí, también hay pasta y hamburguesa, pero no solo eso.
Ricos los calamarcitos y las croquetas que hacen con nada menos que txuleton de Txogitxu. Muy bien resuelto el risotto de montaña con setas y butifarra, algo insulsa la ensalada de brotes tiernos con calabaza, menta y semillas -pese a que se notan las ganas por hacer una ensalada diferente-, y muy buenas las costillas de cordero de raza xisqueta -típica del Pallars- a la parrilla. Y para rematar, un flan de huevo casero con nata que está francamente rico.