La receta de ejercicio no es una realidad en España hoy por hoy, aunque es cierto que en algunas comunidades autónomas existen iniciativas para promover que el ejercicio sea una prescripción médica, algo que también ahorraría costes al sistema nacional de salud.
En el Laboratorio de Fisiología del Ejercicio de la Universidad de Castilla-La Mancha han constatado que eso es posible en un estudio de largo seguimiento publicado en la revista “Medicine & Science in Sports & Exercise” en julio de 2021.
Durante cinco años consecutivos monitorearon los efectos de un ejercicio aeróbico de alta intensidad (llevado a cabo durante cuatro meses, tres días a la semana) sobre el uso de medicamentos y la evolución en salud en un grupo de personas con síndrome metabólico.
Este síndrome, que afecta aproximadamente a un tercio de la población adulta en España, es una combinación de obesidad abdominal, hipertensión, hiperglucemia en ayunas y dispilemia (triglicéridos altos en sangre y colesterol HDL bajo) por lo que muchos de ellos deben tomar varios medicamentos con el consiguiente coste para la sanidad pública.
La investigación comparó la evolución de 51 personas con síndrome metabólico, un 60 % hombres y un 40 % mujeres, divididos en dos grupos.
El grupo ejercicio entrenó en bicicleta estática de forma supervisada por los especialistas deportivos, mientras que el grupo control siguió con su rutina diaria en la que algunos incluían o no actividad física pero no controlada por los promotores del estudio.
La principal conclusión es que, tras ese periodo de cinco años, los pacientes del grupo ejercicio evitaron casi duplicar su medicación oral, frente al grupo control, y, además, aumentaron en un 12 % su capacidad cardiorrespiratoria.
Aunque no era objetivo del estudio cambiar la rutina dietética, también se observó que el peso corporal se redujo más en el grupo de entrenamiento (2,8 %) que en el grupo control (1,1 %), mientras que los niveles de insulina en sangre disminuyeron y el denominado colesterol “bueno”, el HDL, aumentó solo en los pacientes con ejercicio controlado.
“Este tipo de ejercicio aeróbico tiene un gran impacto en el sistema cardiovascular y, concretamente, en la presión arterial para que no suba y haya riesgo de accidente cardiovascular. El ejercicio pone al sistema cardiovascular en funcionamiento”, además de evitar seguir aumentando la medicación, explica a EFEsalud Ricardo Mora Rodríguez, director del Laboratorio del Fisiología del Ejercicio de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Las consecuencias de la polimedicación
Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de actividad física y de ejercicio físico provocará que, en 2030, unos 500 millones de personas más en el mundo sufran de enfermedades crónicas, como cáncer, diabetes, hipertensión y depresión, cuyo tratamiento costará 27.000 millones de dólares anuales.
“España es un país en el que la gente está concienciada de que tiene que moverse. Por eso, tenemos que llegar a los que sufren problemas de salud, como obesidad, que no tienen cultura de actividad física y son reticentes”, indica Ricardo Mora.
Cuando este tipo de personas acude al médico recibe el consejo de cambiar su estilo de vida, sobre todo dieta y ejercicio. Pero muchos quedan supeditados a sus circunstancias personales, labores y económicas y, sobre todo, a su propia voluntad para emprender ese reto.
La realidad es que, a medida que envejecemos, es necesario corregir la presión arterial, el azúcar o la grasa en sangre a base de medicamentos convirtiéndose en una rutina polifarmacéutica.
“No estamos en contra de los fármacos”, precisa Mora Rodríguez, pero “aunque el ejercicio no es el santo grial puede ayudar bastante”.
El especialista explica que, aunque la combinación de fármacos pueda ser óptima, al cabo de los años es posible que haya casos en los que sea necesario seguir aumentando la dosis para que mantenga su efectividad, lo que conllevaría un incremento de los efectos secundarios.
Por eso, en esta población con problemas de salud, es necesario medicar primero y luego prescribir ejercicio adecuado y controlado para evitar precisamente un aumento de los fármacos.
“Abogamos por el ejercicio supervisado incluso para aquellos que tienen un nivel de actividad física”, apunta.
Así, no es cuestión de salir solo a andar sino de adecuar el ejercicio a cada circunstancia (mujeres con osteoporosis, mayores con pérdida de masa muscular, obesidad….).
En la misma línea se pronuncia otro de los autores del estudio, Félix Morales Palomo, investigador postdoctoral en el departamento de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla-La Mancha.
“Pedirte que cambies el estilo de vida es un mensaje fácil de dar pero difícil de implementar porque las persona no saben qué tipo de ejercicio tienen que hacer y también hay un componente de fuerza de voluntad. Hay que supervisar el ejercicio para que sea efectivo y este es el punto fuerte de nuestro estudio”, afirma.
Lo que ahorraría el sistema de salud con la receta ejercicio
Y para hacer esto posible sería conveniente un concierto del sistema de salud con centros deportivos que llevaran a cabo la supervisión de estos pacientes a los que se les ha recetado ejercicio, incluso con programas para todo tipo de personas que contribuyan a prevenir enfermedades, y con profesionales que lo controlen, considera Morales Palomo.
“Es curioso que un país como España, con una salud pública tan potente, no haya conseguido ya una sincronía que podría ahorrar mucho dinero a la sanidad”, apunta Mora Rodríguez quien pone el ejemplo de Colombia donde la sanidad privada sí ha implementado el prescribir ejercicio dado el ahorro que supone.
Una segunda parte de este estudio, pendiente de publicar, refleja una medición coste-beneficio y concluye que por cada euro invertido en ejercicio hay un ahorro de tres euros relacionados con los fármacos utilizados para el control del síndrome metabólico.
“Unos programas que tienen utilidad pública y un beneficio social”, concluye este investigador.
La visión de la Atención Primaria
Sobre la receta de ejercicio, la Atención Primaria, el primer escalón de la sanidad, tiene mucho que decir.
Montserrat Romaguera es médico en un centro de salud de Sabadell (Barcelona) y coordinadora del Grupo de Actividad Física de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
Para ella es fundamental prescribir ejercicio y monitorizar la evolución de los pacientes.
“La clave está en la Atención Primaria porque hay un seguimiento a lo largo del tiempo de los pacientes. Pero tenemos que conseguir motivar a la persona y también conseguir la adherencia” a esa rutina de actividad.
Y eso teniendo en cuenta que hay adaptar el ejercicio a cada persona en función de su edad, condición física, recursos económicos e, incluso, gustos personales.
Recetar ejercicio de forma correcta supone que los médicos cuenten con formación sobre la actividad física más adecuada para cada tipo de paciente. Ella ha formado parte de distintas iniciativas para hacer que los profesionales sanitarios tengan esa información.
Para que la receta ejercicio sea una realidad factible, la doctora considera necesario “un proyecto global a nivel nacional e internacional” que cuente con recursos y se adapte a los entornos pero también que favorezca el transporte público, las pausas activas en los entornos de trabajo y “conciencie a la población de que le estamos vendiendo salud”.
Atleta, hija del campeón de España (1956) de atletismo Josep Romaguera y autora de “Mi médico me manda a paseo”, la experta también tiene la especialidad de medicina del deporte.
Desde su doble condición de médico y deportista lamenta que la actividad física de la humanidad, en los últimos 45 años, haya bajado un 30 % por la forma de vida: los niños y adolescentes se mueven menos que sus padres y tienen tasas más altas de sobrepeso y obesidad.
“Y para evitarlo tenemos que, por un lado, formar y sensibilizar a los profesionales sanitarios para prescribir actividad física, y por otro, a nivel social, revertir el hecho de que la tendencia sea la del mínimo esfuerzo y nos movamos más en el ámbito doméstico, en los desplazamientos, en los entornos laboral y escolar y en el tiempo de ocio dejando a un lado las pantallas y el sedentarismo”, concluye.