Los periodistas y el estrés, ¿cómo lo manejamos?… ¿lo manejamos?

Padecer estrés ya no es lo que podemos poner en duda en nuestro trabajo, sino cómo lidiamos con él. No es fácil. Y casi siempre pagamos las consecuencias.

Hace tiempo, los estudios indicaban que las tres profesiones de mayor estrés eran controlador aéreo, maestro de high school (secundaria-preparatoria) y periodista, seguramente con los años se han agregado otras profesiones, o se han adaptado esos ranking, vaya, tal vez ni en ese entonces era exhaustiva la lista, pues seguramente habrá pilotos de combate, corredores de bolsa, ultra atletas o policías que consideren su labor como la más estresante…

Y sí, posiblemente las listas puedan variar, pero estamos seguros de que en todas ellas aparecemos los periodistas como una de las profesiones u oficios más estresantes del mundo.

Padecer estrés ya no es lo que podemos poner en duda en nuestro trabajo, sino cómo lidiamos con él. No es fácil. Y casi siempre pagamos las consecuencias.

¿En qué radica que el periodismo sea tan estresante?

En términos de sicología se identifican 12 factores que provocan estrés en los periodistas:

– Largos horarios de trabajo

– Muchas tareas a realizar en poco tiempo

– Muchas decisiones a tomar, casi siempre bajo presión del tiempo o de las circunstancias

– Errores cometidos dentro y fuera de la organización

– Inseguridad laboral

– Pocas oportunidades de progreso

– Competencia

– Condiciones laborales peligrosas

– Impredecibles periodos de tiempo de mucho trabajo

– Dietas terribles

– Evaluaciones subjetivas

– Una gran presión por mantener satisfechos a los lectores

Esto es en términos sicológicos, pero incluso investigadores del Centro Dart Para Periodismo y Trauma tienen como tema de estudio que las consecuencias del cubrimiento de tragedias, las precarias condiciones laborales y hasta el acoso sexual y laboral en el gremio periodístico son actualmente de los puntos más preocupantes.

Hay un proyecto interdisciplinario, iniciativa de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, que busca ofrecerles a los periodistas de todo el mundo recursos que les permitan afrontar el reto de informar sobre desastres naturales, guerras, redes criminales, y otro tipo de eventos traumáticos, en el caso de México, por ejemplo, esto último serían hechos de violencia o hasta las trabas o ataques que recibimos a veces de parte no solo de grupos delictivos, sino de las propias autoridades.

Para llevar a cabo esta investigación, el Dart Center levanta encuestas, que puede responder todo periodista de cualquier lugar del mundo, y han encontrado que esta y otras encuestas recientes revelan que los altos niveles de estrés están destruyendo las carreras de numerosos periodistas, y hasta afectando su salud mental.

“Muchos de ellos deciden abandonar el periodismo o evitan dedicarse a él de tiempo completo por esta causa. Pero peor aún, el estrés ocupacional y el acoso laboral están afectando las decisiones que los periodistas toman al elaborar un reportaje”, señala el Dart Center.

La periodista Mar Cabra, ganadora del Premio Pulitzer en 2017 por la investigación de los Panamá Papers, confiesa, en el marco de un curso organizado por The Self Investigation junto al Foro de Cobertura en Salud de la Crisis Mundial, del Centro Internacional de Periodistas (ICFJ) e IJNet, que ella misma padeció tan altos niveles de estrés que llegó a perder la pasión por el periodismo luego de ganar el Pulitzer, y urgió a los periodistas y las empresas de medios a comenzar a tomar acciones que permitan recuperar la calma.

“Quienes se dedican a este oficio están expuestos a una serie de estresores, como lo son el exceso de trabajo, la censura, la hiperconexión, los sueldos bajos y seguir de cerca ‘todo lo malo que ocurre en el mundo’, entonces resulta importante ‘aprender a relacionarse con el estrés para no desgastarse’”, señala la relatoría del curso.

Aquí salta un elemento muy vigente y que llegó poco a poco pero se instaló de lleno ya en nosotros los periodistas: la hiperconexción.

¿Qué significa?, que aún cuando estemos en días de descanso o hasta en vacaciones, es difícil desconectarse del WhatsApp u otras mensajerías electrónicas, y de las redes sociales.

La fuente, el contacto, o los colaboradores en general no tienen conocimiento, por ejemplo, de cuándo son nuestros días de descanso o vacaciones, por lo tanto se pueden comunicar con nosotros en cualquier momento, y nos sentimos con el deber de atenderlos.

Las redes sociales están tan presentes que no las evitamos, y tarde o temprano, nuestro gen periodista nos lleva a revisar no temas de relax o de esparcimiento, sino temas y publicaciones relacionados con nuestras áreas de cobertura, y como nos interesan, nos enganchamos. Es casi imposible salir de ese círculo cuando somos periodistas en activo.

Hay expertos que definen el estrés como el desgaste que se produce en nuestro organismo por tener activado demasiado tiempo el mecanismo de defensa, y para los periodistas esa es la clave, sentimos la necesidad de estar siempre alerta, en guardia, tal vez ni siquiera lo pensamos, pero ahí está el sentimiento o la obligación de que no podemos desconectarnos, no se nos puede ir la nota o el tema de actualidad ni podemos estar desinformados. Y caemos en la hiperconexión, el nuevo estado de estrés que se nos ha agregado.

Por supuesto, las condiciones económicas que enfrentamos la mayoría de los medios en el mundo, en conjunto con el aumento de funciones por el mundo digital, es como el hachazo final para sentirnos más estresados.

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué seguimos?

Independientemente de que cada periodista tiene sus razones personales, hay un estudio que señala algunas razones.

Con el título “Cómo perciben los periodistas su profesión: entre el agotamiento y la fascinación”, los autores Jesús Arroyave e Iscar Blanco, de la Universidad de Miami, reúnen una investigación desarrollada en distintos países de América Latina, donde comunicadores del continente discutieron sus frustraciones, opiniones, quejas y sentimientos durante diferentes sesiones de grupos focales.

Y concluyen: “El agotamiento y la frustración causados por horarios excesivos de trabajo y pocos incentivos laborales se ven mitigados por la fascinación que produce el reconocimiento público y la popularidad que confiere el trabajar en los medios y tener la posibilidad de ser omnipresentes en nuestras modernas sociedades mediáticas.

“El periodismo sigue atrayendo a muchos jóvenes que ven con fascinación el consagrase a una profesión que les brinda la oportunidad de tener reconocimiento social, codearse con grandes personalidades, actores y personajes de poder, y trabajar en una actividad para algunos poco rutinaria”.

Interesante conclusión que podría tener razón, por lo menos en parte, lo que sí es un hecho es que quienes estamos en el periodismo de manera profesional y, sobre todo, independiente, soportamos estrés, presiones, problemas, frustración, incomprensión, falta de incentivos o de condiciones laborales idóneas, pero tenemos esa pasión que nos empuja a seguir.

Es decir, pudiera verse como catastrófica la visión de la vida del periodista en el vertiginoso mundo actual, pero para la mayoría de quienes ejercemos esta profesión y que tenemos talento para ella, aún sigue siendo satisfactorio atestiguar desde primera fila el acontecer en nuestra ciudad, nuestro estado y nuestro país.

En estos tiempos un tanto aciagos para los medios, muchos tal vez nos replanteamos los motivos que nos llevaron a escoger y mantenernos en esta profesión, mal haríamos en no revisarlos y, si es necesario, reestructurarlos, pues son los resortes que nos alimentan a diario en nuestro desempeño diario: El tener claro el por qué estamos aquí, qué nos gusta de esta profesión y qué tipo de recompensas recibimos, nos ayuda a sobrellevar la profesión en medio del estrés y los conflictos cotidianos.

Ciertamente en Noroeste es una de nuestras deudas con nuestros periodistas, somos un medio exigente, demandante, difícil de sobrellevar por las cargas de trabajo y las presiones que enfrentamos… trabajamos en ello, pero es difícil de contrarrestar en una profesión tan castigada per se, sobre todo en nuestro País.

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