La exposición al frío podría ayudar a combatir la diabetes tipo 2

Una nueva investigación, presentada en la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) de este año en Estocolmo (Suecia), concluye que temblar durante la exposición repetida al frío mejora la tolerancia a la glucosa, disminuye los niveles de azúcar y grasa en sangre en ayunas, y reduce notablemente la presión arterial en adultos con sobrepeso y obesidad.

El estudio preliminar, realizado por Adam Sellers, Sten van Beek y sus colegas de la Universidad de Maastricht (Países Bajos), pone de manifiesto el potencial de la exposición repetida al frío que activa los escalofríos como estrategia alternativa para tratar y prevenir la diabetes de tipo 2 (T2D).

Investigaciones anteriores han demostrado que, cuando los seres humanos tienen frío, la glucosa se elimina más rápidamente de la sangre. Se creía que la grasa parda desempeñaba un papel importante en la reducción de la glucosa en sangre y en la mejora de la sensibilidad a la insulina en los seres humanos, contribuyendo así a reducir la resistencia a la insulina y el riesgo de enfermedades, incluida la diabetes.

“La grasa parda es un sistema de calentamiento metabólico dentro de nuestro cuerpo, que quema calorías -explica Sellers-. Esto genera calor y evita que las calorías se depositen como grasa blanca normal. La grasa parda se activa durante el frío y cuando comemos, pero su actividad es menor en los adultos mayores y en los individuos con obesidad y diabetes”.

Un estudio anterior demostró que 10 días de aclimatación al frío suave (de 14 a 15 °C, 6 horas al día) mejoraban notablemente la sensibilidad a la insulina en pacientes con T2D. Pero el cambio en la grasa parda tras la aclimatación al frío fue menor y no pudo explicar la gran mejora en la sensibilidad a la insulina. Sin embargo, tras la aclimatación al frío, la translocación del transportador de glucosa 4 (GLUT4) en el músculo esquelético aumentó (durante la cual el GLUT4 se desplaza a una posición más favorable que facilita la eliminación de la glucosa de la sangre hacia el músculo).

Pero aunque la termogénesis sin escalofríos -que genera calor a partir de la energía almacenada sin contracción muscular- está implicada en la aclimatación al frío leve, un estudio de seguimiento indicó que cierto nivel de actividad/escalofríos musculares (leves) puede ser crucial para activar los efectos metabólicos beneficiosos del frío.

“Cuando tenemos frío, podemos activar nuestra grasa parda porque quema energía y libera calor para protegernos. Además, el músculo puede contraerse mecánicamente, o temblar, generando así calor. Como en un ser humano hay bastante más músculo que grasa parda, los escalofríos pueden quemar más calorías y producir más calor”, explica Sellers.

Para saber más, los investigadores expusieron a voluntarios -11 hombres y 4 mujeres posmenopáusicas con sobrepeso u obesidad (de 40 a 75 años, con un IMC de 27 a 35 kg/m2)- a 10 días consecutivos de frío para activar los escalofríos, utilizando un traje con perifusión de agua para controlar y bajar la temperatura corporal. Los participantes fueron expuestos al frío, de 32°C a 10°C, hasta que temblaron durante una hora al día.

Los escalofríos se controlaron mediante dispositivos especiales colocados en la piel que detectan la actividad eléctrica muscular, así como mediante la observación visual. La hora de escalofríos se iniciaba cuando el gasto energético en reposo aumentaba en un 50%.

Antes y después de la intervención, se realizó una prueba oral de tolerancia a la glucosa (POTG) de 2 horas en condiciones de termoneutralidad, es decir, a una temperatura ambiental en la que el cuerpo no necesita producir calor para mantener su temperatura central. Los investigadores también midieron la frecuencia cardíaca y la presión arterial y tomaron biopsias musculares para determinar posibles cambios en el músculo relacionados con el metabolismo de la glucosa, como la translocación de GLUT4.

Los resultados mostraron que los escalofríos repetidos inducidos por el frío redujeron significativamente las concentraciones medias de glucosa en plasma en ayunas de 5,84 a 5,67 mmol/L, y mejoraron la tolerancia a la glucosa en un 6%.

Las concentraciones de insulina plasmática antes y durante la POTG no se vieron afectadas tras la intervención de escalofríos. Esto sugiere que la mejora de la glucosa en ayunas y de la tolerancia a la glucosa tras los escalofríos repetidos no se debió a un aumento de la insulina en la sangre.

Curiosamente, las concentraciones plasmáticas de triglicéridos y ácidos grasos libres en ayunas se redujeron notablemente en un 32% y un 11%, respectivamente. Estos son los principales combustibles grasos del organismo y se cree que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y contribuyen a la resistencia a la insulina.

Además, la exposición repetida al frío también redujo notablemente la presión arterial sistólica y diastólica en unos 10 mmHg y 7 mmHg, respectivamente, y tendió a reducir la frecuencia cardíaca en reposo cuando se midió en condiciones de termoneutralidad.

Sorprendentemente, la translocación de GLUT4 en el músculo no se modificó tras la intervención de los escalofríos. Esto sugiere que se produjeron otros cambios en el músculo esquelético y/o, potencialmente, en otros órganos que explican la mejora de la tolerancia a la glucosa.

Los autores reconocen varias limitaciones, como la imposibilidad de extraer conclusiones causales sólidas sobre el efecto directo de la exposición al frío en la salud metabólica. También señalan que, a pesar de las medidas tomadas para controlar la dieta y la actividad física, otros factores del estilo de vida o factores genéticos no medidos en el estudio actual podrían influir en los resultados.

“No obstante, se trata de un primer paso importante para investigar el efecto de los escalofríos en la salud. Nuestros hallazgos son prometedores y pueden tener importantes implicaciones para la salud, dado que el escalofrío mejoró muchos resultados de salud cardiometabólica que están asociados con enfermedades como la diabetes tipo 2 -subraya Sellers-. En futuros estudios, tenemos previsto evaluar el efecto del escalofrío en adultos con diabetes de tipo 2″.

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